La expresión
libre en la niña y el niño
¿Os
habéis fijado en la chispa que tienen los ojos de los niños? Es una chispa de
vida, de ilusión, de estar aquí y ahora, una chispa de juego, de seguridad, de
sentirse reconocido e importante.
¿Todos
los niños la tienen? Claro que no. Es algo natural en ellos si tienen la suerte
de crecer en un ambiente amoroso y de respeto pero no así si crecen en el
miedo.
Ser
niño es fácil si tienes un padre y una madre reconciliados con su niño interior,
entre otras muchas cosas, por supuesto. Este es un tema muy profundo que daría
para mucho pero no es el lugar para desarrollarlo.
Me
gustaría, eso sí, centrarme en la chispa de la infancia y en las cosas que creo
que pueden pronunciar ese brillo en los ojos de los niños.
¿Qué necesita
un niño y una niña para expresarse libremente? Necesita un entorno adecuado y
el acompañamiento de un adulto que sepa ver sus necesidades e intereses.
Necesita un ambiente de amor, de respeto, de cuidados, necesita saberse
importante y amado. Entonces, podrá desarrollarse y expresarse de manera libre.
No tendrá que demostrar nada, ni convertirse en otra cosa que no es.
En mi
trabajo con la infancia puedo observar a niños que se muestran retraídos,
temerosos, inhibidos, niños que en algún momento han podido sentir que no
gustan por lo que son y han tenido que construir un “personaje” para ser
amados. Esto puede ser muy doloroso.
En
terapia o en los talleres que desarrollamos, me gusta dejarles su espacio para
que poco a poco puedan ir liberando los nudos que les impiden ser y jugar en
libertad. Porque eso es lo que hace un niño: Jugar. Y jugando crece, aprende,
vive, explora, investiga, crea.
Sería
bonito aprender a jugar con los niños y las niñas. Si por momentos pudiéramos
dejar a un lado la preocupación de la vida adulta y fuésemos capaces de sumergirnos
en su juego, podríamos aprender muchas cosas acerca de su manera de entender la
realidad, de su forma de descubrir el mundo.
Un
poeta dijo que “la verdadera patria es la infancia”. Ayer comprendí esta frase
al darme cuenta de que había buscado un lugar para vivir que me devolvía a la
infancia. Un lugar con olores a leña, con colores de otoño vivos, reales, con
casas bajas y calles silenciosas. Con montaña. Siempre queremos volver ahí
porque es un lugar seguro, un lugar que nos pertenece, que no pueden
arrebatarnos. Por eso veo fundamental ofrecer una infancia feliz a los niños,
una infancia con espacio para el juego, la seguridad y el amor. Eso ayudará y
mucho a que sean personas seguras, estables, confiadas y amorosas. Porque
básicamente, lo que necesitamos es AMOR.