jueves, 16 de octubre de 2014

Encontrar la propia voz








Encontrar la propia Voz es encontrar un tesoro, una joya en nuestro interior. Hay quienes lo consiguen siendo adultos, otros no lo hacen nunca y algunos tienen la suerte de dar con el tesoro en su tierna infancia. Si nuestros padres nos dan el espacio para ser exactamente lo que somos, si nos permiten expresarnos y nos ayudan y enseñan a hacerlo, tendremos un caldo de cultivo maravilloso para encontrar nuestra propia Voz. ¿A quién vemos cuando miramos a nuestro hijo?, ¿nos gusta?, ¿querríamos que fuese de otra manera, que se pareciese más a nosotros o alcanzase aquello que nosotros considerábamos muy importante y que nunca pudimos lograr?. No es fácil ver a una persona tal y cómo es. Tenemos demasiados filtros que distorsionan la visión. El desafío que debemos afrontar en la crianza de los hijos,  de la infancia en general, consiste no sólo en ayudarles a descubrir quiénes son o su propósito vital, sino también en descubrir el modo adecuado de expresarlo. ¿Y cómo se hace? La verdad es que no creo que haya una receta que nos sirva a todos, cada persona tiene su singularidad y sus anhelos (aunque en el fondo los anhelos son muy parecidos para todos los seres humanos). Lo que sí veo que puede ayudarnos es tomar contacto con uno mismo para poder contactar con otra persona. Y después de mirar a nuestro interior, plasmar nuestros descubrimientos en el mundo, expresar lo que somos. Hay una cita de Santo Tomás que advierte: “Cuando manifiestas lo que está en tu interior, eso mismo se convierte en tu salvación. Pero si no manifiestas lo que hay en tu interior, entonces acabará destruyéndote”. Es probable que ya tengamos a nuestro hijo en nuestros brazos o correteando entre nosotros y no nos hayamos permitido antes hacer ese viaje interior. De hecho, esto es lo más habitual ya que nadie nos enseña en la escuela a mirarnos, a escucharnos o a preguntarnos quiénes somos y cuál es la canción que queremos cantar. No es tarde para parar y escuchar al corazón. Eso repercutirá en el corazón de nuestra hija, de nuestro hijo, de los niños y niñas con los que trabajamos, en la infancia de nuestra familia, etc. Si una niña nos cuenta algo que no comprendemos, podemos mirarla con amor, ponernos a la altura de sus ojos y tratar de entender qué quiere expresar. Mensajes del tipo: “eso no tiene lógica”, “no digas tonterías”, “anda, deja esas cosas para los mayores que tú no entiendes”, etc. Seguramente van a callar su voz interior y expresión creativa. Si un niño viene entusiasmado a compartir contigo una experiencia que ha vivido o si viene por el contrario muy triste y avergonzado por haberse sentido ridículo en el cole, de nuevo bajamos de nuestras mentes de adulto a la altura de sus ojos y con cariño tratamos de comprender cómo se siente y dejamos que se exprese a su manera, dando valor a lo que nos transmite, haciendo espacio en su cuerpo y en el nuestro para recibir la emoción que venga. Le ayudamos a que nos exprese su punto de vista. Te invito a preguntarte cada día: ¿De qué color es la voz de mi hija, de mi hijo?, ¿es áspera o suave?, ¿espesa o ligera?, ¿qué quiere expresar con ella en el mundo?. Deja que tu hijo cante la canción que resuena en su interior. No le detengas. Permite que deje su huella en el papel, en las lentejas, en la pared, en su vida. Haz tú lo mismo y poneos a cantar :).   





Natalia Navarrowww.lachispadelainfancia.blogspot.com.es www.laquecuidadelavida.blogspot.com.es